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LEYLA LA GRANDE DEL US OPEN 2021

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Ha corrido por las playas de Salinas y ha disfrutado de su gastronomía. Leylah Fernández ( @leylahannietennis ), la sensación del USOpen, es canadiense y siempre resalta sus raíces ecuatorianas.

Su padre es el guayaquileño Jorge Fernández, quien llegó a Montreal (Canadá) hace 22 años. Jugaba fútbol semiprofesionalmente y después se casó con Irene Exevea, de origen filipino.

Leylah, que a las 15:20 de este sábado 11 de septiembre del 2021 juega la final del Grand Slam del US Open, trascendió al mundo por su fortaleza, su ímpetu y un juego agresivo que ya la ubicó entre las mejores del mundo a sus 19 años.

Le gustaba el fútbol, pero también practicó otros deportes. Un día su papá (a los 7 años) le puso tres tipos de raquetas en un área de su casa en Montreal: una de bádminton, otra de pimpón y una de tenis. Era un mensaje entre líneas, “yo me decidí por la de tenis”, admitió ella en el programa ‘KC Tenis’, en Instagram, en septiembre del 2020.

Jorge corrobora vía WhatsApp, la versión de su hija, que el 6 de septiembre cumplió 19 años. Esa actividad también lo obligó a él a involucrarse en el tenis, aprender un poco de las reglas, juego y manejo psicológico. Se autoeducó y empezó a ver videos de los personajes ‘top’ del tenis y a conocer sus historias. Y hubo dos que lo impactaron: la influencia del papá de las hermanas Venus y Serena Williams y la de María Sharapova.

 

Las últimas horas de Leylah y de su padre han sido intensas. El mundo habla y escribe de ella. Por eso, Jorge quiere que mantenga la concentración y que evite excesivos contactos. Él tenía previsto trasladarse recién el viernes desde Florida a Nueva York, para unirse a su familia y ver la final. “Me han llegado cientos de mensajes en una noche, que no alcanzo a leer”, responde Jorge, vía WhatsApp, a este Diario.Los abuelos de Leylah, Óscar e Inés, que viven en Salinas (Santa Elena), también están felices. Cuentan a EL COMERCIO, vía telefónica, que han recibido decenas de llamadas de sus amigos y parientes.

 

Fuente: EL COMERCIO

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